Imagen: anfp.cl |
El
pasado jueves 5 de febrero de 2016, la nueva dirigencia de la ANFP, encabezada
por Arturo Salah, reconoció arrastrar un déficit de $9 mil millones, justo
después de su año más exitoso deportivamente y en el que se tuvo mayores
ingresos. Aunque resta conocer el resultado de los procesos judiciales en EEUU
y ahora en Chile, el diagnóstico es unánime: Jadue (y otros) levantó con pala,
como se dice en buen chileno –más allá de que el principio de presunción de
inocencia debe imperar siempre, este caso raya en lo flagrante. De hecho Jadue
actualmente vive en Miami mientras colabora con el FBI y la fiscalía
estadounidense como culpable–. Y claro, si los gastos de la ANFP son de país en
guerra, sólo los montos de los premios acordados con el plantel de la selección
y los contratos con Sampaoli (laborales, premios y otros) superan toda lógica
contable; ahora se cuestionan –con justa razón– hasta los contratos con
proveedores.
Salah y cía. ya han tomado
iniciativas de austeridad: Se ha contratado un DT más barato que el anterior,
Juan Antonio Pizzi y sus colaboradores cobrarán US$ 1,5 millones anuales, y se
buscará renegociar a la baja los premios acordados con el plantel de la
Selección por clasificar a Rusia, cuya cifra millonaria suma US$ 17,4 millones.
Sin embargo, los problemas no se
reducen a la ANFP, pues ha trascendido que varios clubes de 1ª A y B están al
borde de la quiebra, entidades tan emblemáticas como Santiago Wanderers y
Cobreloa. A ello sumemos que no se han podido vender los derechos por la
transmisión de los goles y resúmenes de los partidos, ya que para los canales
nacionales tenerlos no está resultando atractivo. También, no olvidemos los
problemas de violencia en los estadios que, además de alejar al público
espectador y llevar a jugar sin hinchadas visitantes, tienen a un programa de
gobierno y su encargado completamente cuestionados, como es el caso de Estadio
Seguro y José Roa. El barco del fútbol se hunde y le entra agua por todos
lados, pero en vez de parcharlo o redirigirlo, se necesita reemplazarlo por uno
nuevo, urgentemente.
En efecto, se requieren cambios
profundos no sólo en la gestión y transparencia del gobierno de la ANFP y
Federación, sino en todo el modelo bajo el cual se estructura el fútbol chileno,
incluso legal y reglamentario. Las administraciones del fútbol (y el deporte en
general) en todos sus ámbitos, local, continental y mundial, están en una
crisis total de confianza, cargando visiblemente con el cartel del crimen y la
corrupción. Eso se debe en gran parte a su forma de organización en entidades (comerciales
o sin fines de lucro) cerradas a auditorías externas y control público; a
dirigentes muy cercanos a las cúpulas de poder y a los gobiernos respectivos,
con malas prácticas arraigadas y muy pocos profesionales especializados en los
cargos directivos y más estratégicos, con mucho nepotismo y amiguismo.
La ley chilena establece que el
deporte profesional se debe desarrollar a través de sociedades anónimas
especiales, que deben cumplir una serie de requisitos para su funcionamiento
(Ley 20.019). Pero, tal normativa presume características y elementos de
organización, gestión y profesionalismo que no se pueden encontrar en Chile, ni
siquiera en el deporte rey. De hecho establece una inocua fiscalización con la
Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) y el Instituto Nacional de Deportes
(IND), Servicio del Ministerio del Deporte, ineficaz e inaplicable en la
práctica a la primera, como ya se ha explicado en “Crisis Institucional en el Fútbol
Chileno: Caos y Posibles Soluciones” [1].
Por ende, este es un punto fundamental a modificar.
En ese sentido, el cambio tiene que
partir desde la cabeza. La ANFP tiene ser una empresa con una visión comercial
que “chorree” a sus socios y la haga sostenible en el tiempo, implementada con
medidas estrictas de transparencia, publicidad y fiscalización externa. Además,
encargarse de ser el primer y principal fiscalizador de los clubes ¡y no al
revés!, quedando las ligas o torneos profesionales bajo su tutela, creando
figuras distintas entre las distintas categorías para que los intereses se
focalicen y se descentralicen. En cambio, la Federación debe asumir, de una vez
por todas, su papel de figura principal encargada de dirigir los hilos de todo
este deporte (separada de la ANFP), desde la formación de niños en colegios,
las ligas amateur ANFA[2] y
privadas, la difusión y fomento del fútbol y sus valores, creación de políticas
públicas, construcción y reparación de infraestructura deportiva, entre otras,
pero en especial de la selección nacional en todos sus niveles. La Federación
es la representante del fútbol en Chile, no la ANFP, y como tal tiene que
asumir la tarea que le es propia y de la cual es la verdadera responsable ante
la FIFA y, fundamentalmente, frente a todos los chilenos.
Esta separación de funciones y
poderes es esencial para la protección y desarrollo del fútbol en Chile, ya que
se separarán intereses y tenderá a profesionalizarse la actividad, facilitando
la priorización y fortalecimiento de materias que se habían dejado de lado en
la propia institucionalidad del fútbol, como también en los mismos medios y la
comunidad. El fútbol, como deporte, es
vehículo de salud, inclusión, bienestar y realización personal, pero hasta
ahora en Chile esto no se ha reflejado, menos desde sus principales organismos
los cuales están completamente al debe.
No puede ser que ante los
repetitivos hechos de violencia en los estadios, en las calles, en los barrios –en
el contexto del fútbol profesional y amateur–, la Federación de Fútbol de Chile
no sólo carezca de una unidad especializada en este tema, sino que ha estado
completamente ausente de propuestas o estudios serios sobre cómo combatirla ni
menos vencerla definitivamente. Se ha alejado de sus raíces, de sus bases, de
la comunidad deportiva incluso como clientes y proveedores de este particular
servicio.
Por tanto, es hora de que los
organismos del fútbol despierten, se laven, arreglen y empiecen a trabajar. El
fútbol, sin perder su autonomía, tiene que saber unirse y pedir la ayuda de las
autoridades, pues una reforma de modelo debe socializarse, adecuarse,
entenderse y aceptarse por todos los sectores, todos los actores, sino será
imposible avanzar correctamente.
[1] Véase también en el siguiente link:
http://bolilladas.blogspot.cl/2015/11/crisis-institucional-en-el-futbol.html
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