martes, 16 de octubre de 2012

Marketing Deportivo y Responsabilidad Social - NeWorks


Al ver y analizar que la evolución del deporte apunta cada vez más hacia la industria del espectáculo, las necesidades y áreas que una entidad deportiva debe contemplar y trabajar son también crecientes y más sofisticadas. El profesionalismo y especialización hoy son elementos básicos, ya no sólo para el éxito sino claves para un normal funcionamiento de la empresa u organización. Y dentro de esto, el marketing ha asumido un rol determinante.

Asimismo, los clubes o cualquier entidad ligada al deporte –como toda empresa en el mundo actual- deben tomar el papel que les toca dentro de la sociedad y comprometerse de acuerdo a ello. Pero en el deporte, en el que se defienden principios y valores sociales fundamentales (como salud, generosidad, trabajo en equipo, etc.), la responsabilidad es aún mayor. Esto tiene un doble eje: tiene que asumirse como una carga y así también como un activo o valor agregado, de otro modo no tiene sentido.

En este concepto también han entrado otras empresas u organizaciones que han buscado aferrarse a los valores inherentes al deporte para desarrollar diferentes emprendimientos, apuntados a dar beneficios tanto económicos como sociales. Un ejemplo de ello es la empresa NeWorks, creada en Chile el año 2009.

NeWorks(1), en palabras de su gerente de ventas Pedro Covarrubias, “es una empresa especialista en el desarrollo de acciones deportivas y campeonatos corporativos de primer nivel, cuyo objetivo es fidelizar, a través del deporte, tanto al cliente final como a los empleados y funcionarios de las mismas empresas. Así, realizamos distintas actividades o torneos, ya sea de fútbol, tenis, pádel, karting, bowling, running y golf; además de distintos programas de salud y bienestar laboral.”

Dentro de los pilares del deporte se encuentra su valor educativo, arista que esta empresa ha puesto como uno de sus principales objetivos a trabajar. De esta forma, se han preocupado de organizar en varios de los principales colegios de Santiago torneos de fútbol para ex alumnos, realizando, además, el evento “Copa de Campeonex”, en el que se reúnen los campeones de los distintos colegios.

Otro de sus logros fue la organización de la “Expo F11”, una feria del Fútbol a doble jornada en la que se presentaron diversas actividades, desde exposición de marcas y productos, hasta charlas de expertos y clínicas de fútbol. Tuvo un gran éxito: se congregaron miles de personas que se acercaron a esta primera feria nacional dedicada al deporte rey, la cual promete repetirse. En ella, además, se tocó un punto que el deporte no puede dejar de lado: la responsabilidad social.

En este sentido, se desarrolló un partido entre la Selección Chilena de Fútbol de Ciegos vs. un equipo de ex seleccionados nacionales, iniciativa que buscaba poner en la palestra cómo el deporte es un tema prioritario que trasciende los distintos estamentos de la sociedad y que debe estar al alcance de todos.

La responsabilidad social en el deporte no se reduce a que los equipos visiten a niños enfermos, cárceles, etc., sino que las distintas entidades de la sociedad –desde los clubes deportivos hasta los empresarios y el mismo Estado- se den cuenta de la necesidad y oportunidad que significa fomentar e invertir en deporte. Dicha máxima no debe asumirse únicamente como una carga, también es preciso entenderla como un vehículo fundamental para alcanzar altos beneficios tangibles e intangibles, que rendirán frutos propios y para el resto, pues el deporte es un bien, es salud, y al mismo tiempo un espectáculo, es decir, es un buen negocio.

En fin, en esta nueva columna –perdón por el largo receso- lo único que deseo entregar es la idea de lo esencial e imprescindible que es el deporte en la actualidad; que se puede contribuir desde todos los rincones del mundo y desde todas las diversas actividades humanas, y que empieza por nosotros en llevarlo a cabo, tal como en el ejemplo de NeWorks y de este mismo medio, Spain Sports Network. 
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(1) Además de la Expo F11, la Copa de Campeonex y los torneos ex alumnos, esta empresa ha desarrollado la Copa Heineken, la Copa Chevrolet de Karting, Olimpíadas Regionales CAP, etc. http://www.neworks.cl/ o www.invierteendeporte.cl

lunes, 4 de junio de 2012

Pasión de multitudes... sin límites

Este video es muy distinto de todos los que he compartido, ya que a pesar de que se muestran todos los valores y principios que he intentado rescatar en cada cuento, historia y video que he subido, en esta oportunidad verán el ejemplo del Panyee FC de Tailandia, un equipo que ni siquiera tenía un lugar para jugar.
Ojalá les guste.




Especial agradecimiento a GVF que me mostró esta historia

L' Equip Petit

Creo que no he subido al blog este video, pero por si acaso lo hago ahora. Es una historia que demuestra la esencia del Fútbol y de todo deporte, el amateurismo en su grado máximo que ojalá no se pierda nunca en el deporte en general que cada vez más se va convirtiendo en un negocio del espectáculo desnaturalizando el deporte y todos sus valores. Los dejo con un equipo catalán, no el Barça, pero sí uno igual o más
emocionante.

lunes, 30 de abril de 2012

Responsabilidad y Autocrítica

Sir Alex Ferguson luego de la derrota de su Manchester United en el clásico contra Manchester City de Mancini, reconoció haberse equivocado con el planteamiento y que significó un resultado muy adverso para sus aspiraciones a campeonar en la Premier League. Muchos criticaron al United por la propuesta tan defensiva que se conformaba con el empate, que no hilvanó jugadas de ataque ni tuvo llegadas claras al arco de Hart durante todo el partido; es que fue muy pobre para un equipo que busca coronarse campeón de Inglaterra, una actitud demasiado mediocre para el espectáculo que todo el mundo esperaba y la trascendencia del duelo. Sin embargo, el eterno manager de los diablos rojos al enfrentar a la prensa no tuvo tapujos ni orgullo y aceptó haber errado, reconoció que planteó mal el partido y lo perdió justa y merecidamente, tan simple como eso. Esta actitud que a priori puede parecer natural u obvia, en realidad no es tan así. Este mundo sería completamente distinto si todos reconociéramos nuestros errores, pidiéramos disculpas y aprendiéramos a no a repetirlos. Así, es muy loable lo de Sir Alex, absolutamente de acuerdo a su responsabilidad como DT de uno de los clubes más poderosos del mundo y consecuente con la importancia del partido. Todo entrenador de fútbol responde por el funcionamiento de su equipo, especialmente respecto de la alineación titular que presenta, los cambios que hace y el posicionamiento de los jugadores en la cancha. Y cuando se trata de un equipo grande -gigante en este caso- la responsabilidad es aún mayor. Hoy en día se habla mucho de los derechos y se exigen todo tipo de cosas

lunes, 23 de abril de 2012

75 Años de Historia, de sufrimientos y alegrías: Que sean muchos más

El sábado pasado el Club Deportivo Universidad Católica recordó el trabajo que jóvenes pioneros de la Pontificia Universidad Católica con el apoyo esencial de su rector, Monseñor Carlos Casanueva, realizaban en pos de construir un equipo de fútbol que participara en el campeonato nacional, como entidad legal independiente. Fue el 21 de abril de 1937 en que este sueño finalmente se hizo realidad.

De los 75 años de vida, yo sólo he vivido 22 como hincha conciente, pero desde ese 29 de Agosto de 1990 mi memoria tuvo que retroceder a ese lejano 21 de abril, pasando por los 40 con el primer campeonato de la mano de Buccicardi con el Sapo Livingstone, Riera y José Manuel Moreno -uno de los más grandes de la historia- el 49, el 54 con Willy Burnikel en la banca, Infante, Livingstone, Montuori y cia; el increíble descenso al año siguiente y vuelta a primera al subsiguiente; los 60 con Foullioux, los Prieto, Tobar, Isella, los infartantes clásicos universitarios, las 3 semifinales de Libertadores, los amistosos con Pelé, y los campeonatos del 61 y el 66; pasando por los 70, la peor década de Católica con un nuevo descenso el 73 y pésimas gestiones dirigenciales; los 80 el resurgir con figuras de la casa, la creación de la Fundación y la construcción de San Carlos de Apoquindo, los campeonatos del 84 y el 87, ídolos como Lepe, Tupper, Olmos, Aravena, Hurtado, Toledo, Contreras, Neira y tantos otros.

Así, con esa historia en el corazón, sin haber sido testigo (consciente)de ningún título, mi

lunes, 12 de marzo de 2012

No es sólo Fútbol: "Iniciación", otro cuento del Negro


Porque el Negro no sólo escribió de Fútbol, les dejo este excelente cuento:

Yo creo que a mi padre se le ocurrió ese día en que entró al baño y yo estaba bañándome. Dijo "permiso" y entró, sin esperar que yo contestara, cosa que siempre hacía y que a mí me jodía bastante. Pero él tenía esa costumbre de los clubes, de los vestuarios de los clubes. Le gustaba esa cosa muchachera de la falta de privacidad de los clubes y, en­tonces, lo mismo entraba. Yo creo que fue ese día porque me pegó una ojeada, empezó a buscar algo en el botiquín, por ahí me volvió a mirar, cerró el botiquín y se fue pre­guntándome si salía bien el agua de la ducha y sin esperar a que yo le contestara.
También es cierto que yo hacía poco que me había puesto los pantalones largos a instancias de mi viejo que le preguntó a mi vieja qué esperaba para comprármelos y le dijo que faltaba poco para que se me pasaran las bolas por debajo de los cortos. Además a mí me había agarrado una gripe fuerte y había pegado un estirón interesante. No diré que me había puesto alto porque nunca fui alto, pero para esos días había pegado un estirón considerable.
Al poco tiempo lo encontré a mi viejo hablando en voz baja con mi madre y eso me sorprendió porque mi viejo hablaba muy poco con mi madre. Era de esos matrimonios de antes que funcionaban con muy pocas palabras, con acuerdos tácitos, con miradas, con gestos. Por otra parte, se daba por descontado que el padre no tenía por qué contarle sus problemas a la esposa. Pero yo entré en la cocina no sé buscando qué cosa y ellos estaban hablando en voz baja y cuando me vieron dejaron de hablar o cam­biaron la conversación, no sé, algo que yo me di cuenta. Y me dio la impresión de que mi viejo quería convencerla a mi madre de algo y que a ella no le caía del todo bien el asunto. Después, esa tarde, mi madre, mientras planchaba, me miraba. Daba un par de pasadas con la plancha y me miraba, después volvía a planchar. Yo estaba estudiando química, me acuerdo —una materia que detestaba— y me hacía que no la veía, pero notaba que ella me estaba obser­vando.
Pasó un tiempo y no ocurrió nada. Digamos, todo esto que ahora yo cuento lo relacioné después, después que pasó todo. En ese momento, digamos, lo noté, pero no le di mayor importancia. Después até cabos, más adelante.
Muy bien; un día mi viejo aparece de tarde, y eso era raro en él, que casi siempre aparecía ya bien de noche, y me dice "vestite". Ahí fue, ahí fue cuando yo me di cuen­ta de que había algo raro. Cuando él me dijo "vestite" yo ya presentí que había algo raro.
"¿Adonde vamos?" le pregunto. "Al club" me dice. Me acuerdo que salimos juntos, caminamos esas tres cua­dras y llegamos al club. En el trayecto mi viejo no me habló una palabra, nada. Llegamos al club y mi viejo entra en el buffet. No había un alma. Mi viejo se movía en el club como en su casa, o mejor que en su casa porque se la pasaba más en el club que con nosotros. "¿Está Mendoza?" le pregunta a un tipo que aparece detrás del mostrador. "Sa­lió" le dicen. "Cagamos" dice mi viejo. "Pero vuelve" dice el tipo. "Lo esperamos, entonces" dijo mi viejo. "Acá, con el com­pañero, lo esperamos". Nos sentamos en una de las mesitas del salón. Mi viejo, después de hablar conmigo algunas pa­vadas, banalidades, las clásicas preguntas de cómo me iba en el colegio, esas cosas, me empieza a decir que todo llega en esta vida, que el tiempo pasa, que yo ya había dejado de ser un pibe, que estaba empezando a ser un hombre, que había algunas cosas que yo tenía que conocer, etc., etc., etc. Todo muy por encima, todo más amagado que concreto, pero era la primera vez que nos poníamos los dos, uno frente al otro, solos, en una mesa, a hablar de esos asuntos. O mejor dicho, hablaba él, yo lo escuchaba. De todos modos, era la primera vez. No fue muy larga la espera, sin embargo, porque enseguida llegó el Mendoza en cuestión. Era el bufetero del club; yo lo había visto un par de veces antes. Y se ve que ya habían conversado de la cosa porque mi viejo le dijo: "Acá está el hombre" señalándome y el tipo dijo: "¿Así que éste es el campeón?" y enseguida mi viejo se levantó, lo agarró del brazo y se lo llevó hasta el mostrador. Ahí estuvieron hablando unos minutos con gran familiaridad. Mi viejo le dio unos pesos que sacó de la billetera y después se acercó de nuevo hasta la mesa. "Te dejo con Mendoza" me dijo "es un amigo. Él se va a ocu­par de todo". "Andá tranquilo que todo va a salir bien" le dijo el otro a mi viejo desde atrás del mostrador mien­tras acomodaba unas facturas que se ve quería dejar arregladas antes de venirse conmigo. "Después te veo en casa" me dijo mi viejo, y se fue. Este Mendoza entró a lo que era la cocina del club y enseguida salió con un saco puesto, así nomás, sin corbata. Me acuerdo que agarramos el auto de él, un Plymouth viejo, todavía me acuerdo, y salimos. Ni sé para qué lado agarramos pero este Mendoza tampoco me dijo nada.
Llegamos a una casa, una casa grande, y bajamos. Mendoza entra y me hace esperar afuera. Al ratito sale y me dice: "Entrá". Yo entro, era un living amplio, bastante bien puesto, con unos sillones, esas mesitas con mantelitos de encajes y unas muñecas sobre las mesas, todo bastante rococó.
Y ahí había una mujer, alta, grandota, que debía ser bastante joven, andaría por los 35, por ahí, lo que pasa es que para mí, en ese entonces era casi una jovata, una vete­rana. La mujer tenía puesto una especie de salto de cama con muchos bordados y chinelas. No era fea, para nada. Te­nía un pelo muy negro me acuerdo y los ojos muy pintados. Me acuerdo también del perfume, un perfume dulzón, pene­trante. Mendoza y la mujer cuchichearon un momento, se rieron y enseguida Mendoza se fue hacia la puerta. "Te espero en el auto" me dijo, y me guiñó un ojo. "Vení, pasá, pasá", me dijo la mujer, apoyada en la puerta que da­ba al patio y que era parte de una mampara con un vitraux.
Entonces me acuerdo que pasamos a una pieza, a un dormitorio, donde había una estufa de esas altas a la que, en la parte de arriba, le habían puesto una ollita con hojitas de eucaliptus para secar el ambiente. No me podré olvidar nunca de ese olor. "Sentate" me dijo la mujer, y me señaló una silla; "yo ya vengo". Yo me quedé ahí, sen­tado en la punta de la silla, mirando todo, con las manos agarradas medio tapándome los puños de la camisa que me sobresalían por debajo del saco porque estaban medio despelusados y me daba vergüenza. Enseguida vuelve esta mujer del baño y se había sacado esa especie de batón, de salto de cama, que tenía. Tenía puesta una camisa blan­ca y una pollera, sencilla nomás. Se sentó en la cama y, mientras me miraba, dejó caer las chinelas y subió las pier­nas a la cama. Yo trataba de no mirarla mucho, pero ella me miraba permanentemente. Por ahí me dijo: "Tenés lindos ojos". Yo me quedé mudo y seguía tratando de no mirarla. "De veras''', repitió, "tenés ojos muy lindos". Después se hizo un silencio y yo noté que estaba transpi­rando. Yo, estaba transpirando. Era un silencio muy pesa­do y sólo se oía el tic tac de un reloj desde la otra pieza. Entonces ella se levantó y se acercó lentamente a mí. Se agachó enfrente mío y puso sus manos sobre las mías. Des­pués se levantó, sin soltarme las manos, y yo quedé casi obligado a mirar a los ojos. Entonces me dijo: "Hay cosas que un hombre tiene que saber". Y enseguida: "Los Reyes Magos son los padres".
Después, lo único que me acuerdo es que me fui de aquel lugar llorando.

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El Ocho era Moacyr


Un nuevo cuento del Negro Fontanarrosa. Lamentablemente tras su muerte se produjo un juicio sucesorio que tiene suspendida toda nueva edición de sus cuentos e historias, pero a través de este medio les puedo mostrar una pequeña parte de su gran obra. En esta oportunidad, "El Ocho era Moacyr", hilarante relato que describe una situación de las "a quién no le ha pasado". Sin latear más los dejo con el cuento:


El que tiró la primera piedra fue Ricardo, apenas después de haberse ido el tipo.
—Che... ¿quién es este coso?
—No sé —contestó el Zorro.— ¿No es amigo tuyo?
—¿Mío? No. Estás en pedo vos.
—Es amigo del Colifa —aportó el Pitufo—, certero interrumpiendo una conversación que sostenía con una rubia de rulos de—la mesa vecina. Tenía eso el Pitu, podía mantener varias conversaciones a la vez, quizás porque no le gustaba verse marginado de ninguna.
En eso llegó el Colifa.
—Che... —le preguntó Ricardo—... el flaco ese que se fue ¿es amigo tuyo?
—¿Qué flaco? —frunció la cara el Colifa mientras se sacaba la campera y la bufanda.
—El flaco... El “Sobrecojines”.
—Ah no... —se rió el Colifa.— Yo no lo conozco.
El hombre, el que se había ido, había tenido la desafortunada ocurrencia días atrás, en una de sus pocas intervenciones en la charla, de decir que manejar el último modelo de Renault era sentirse como “sobrecojines”. Se habían hecho todos los pelotudos pero la cosa quedó registrada.
—¡Yo creí que era amigo tuyo! —se rió el Pitufo.
—Yo no lo vi en la puta vida.
—Pero... ¿Lo conocés?
—Sí. De acá, ahora.
—Entonces... —insistió Ricardo, casi amenazante.—¿Quién lo trajo a la mesa?
—Qué sé yo.
Nadie sabía. Pero no era muy extraño. En “El Cairo” era así. De pronto uno se encontraba sentado junto a alguien desconocido que, tal vez por varios días se integraba a la mesa y luego desaparecía tan silenciosa y misteriosamente como habla llegado, o reaparecía en alguna mesa lejana, con otra gente asimismo desconocida, y dispensaba un saludo desde allá atrás, al voleo, de cortesía.
—Por ahí alguien se lo dejó olvidado —aventuró el Zorro.
—Eso. ¡Vaya a saber desde hace cuánto tiempo ha estado sentado acá el pobre tipo!
—Yo creía que era amigo tuyo —señaló Ricardo a Belmondo— y ahora resulta que no lo juna nadie.
¿Mío? ¿Por qué?
Ricardo frunció la nariz.
—No sé —dijo— lo veo muy fino ¿no?
El Zorro captó la cosa de inmediato.
—Muy delicado. ¿No es cierto?
—¿Puto, decís vos? —se rió Belmondo. Después se escandalizó.
—¡Qué guachos de mierda!
—Como te mira mucho... —siguió Ricardo—,.. qué sé yo... yo pensaba...
—Medio trolo el muchacho —sentenció el Zorro.
—¡Mirá que hay que ser hijos de puta! —dijo Belmondo.— Como el tipo es serio, es educado, es un tipo correcto... para éstos ya es un comilón.
—Muy fino, muy fino. Demasiado.
—Para mí que a vos te tira la goma —opinó el Colifa mirando a Belmondo.
— ¡Qué hijos de puta! —se tomó las manos Belmondo.—
No se puede ser culto acá.
—Si te mira y se relame, Bel... —le informó Ricardo.— A Moreira lo manoteó el otro día.
—Sí —defendió Belmondo— no te le agachés adelante.
—¿Qué lo defendés? ¿Qué lo defendés? —pareció ofenderse el Pitufo— ¿Tenés alin interés creado con ese tipo?
—Para mí que se la lastra —meneó la cabeza el Zorro. —
¿No viste a Pedrito cómo lo relojea también?
—¿Quién, che? —Pochi había llegado, enganchando las últimas palabras mientras acercaba una silla para poner la campera...
—El flaco alto, el “Sobrecojines”.
—¿Qué pasa?
—Que es muy sospechoso, medio rarón ¿viste? —el Pitufo reunía la punta de los dedos de su mano derecha frente a la boca haciendo el gesto universal de comer.
—¿El elegante? —exclamó el Pochi, sentándose.—
Muy puto. Tragasables del año uno.
— ¡Qué hijos de puta! —volvió a reírse Belmondo.— El otro pobre tipo...
—Traga la bala —siguió el Pochi, serio.— Es más... creo que lo vi levantando machos en Zeballos y Buenos Aires.
—El otro pobre tipo —siguió Belmondo— es un buen tipo... ¿Cuál es el problema? Que empilcha bien, que toma whisky... ¿Cuál es?
—Oíme... —dijo Ricardo.— ¿Cómo va a venir acá de chaleco?
—¡Dejame de joder! De chaleco.
—Y bueno, laburará en un banco. ¿Cuánta gente de la que viene acá labura en un banco?
—No. Y esa corbatita que usa. La rosita...
—Yo lo que te digo —siguió Belmondo— es que yo no me le agacharía adelante.
—Por ahí te empoma.
—Te empoma.
—Tiene su pinta el hombre —estimó el Zorro.
—Y muy coqueto, se la pasa arreglándose la corbatita...
—Es buen muchacho, che, no sean hijos —de puta...
Claro, el tipo en cuestión había aparecido un día en la mesa, tal vez abandonado por algún amigo común, tal vez ingresado en la charla por medio de esas presentaciones vagas y generales, “che, un amigo”, de inclinaciones de cabezas cortas y distraídas. En verdad, vestía bien, o al menos demasiado formal para el nivel medio, y participaba poco de las conversaciones. Asentía, a veces metía algún bocadillo, sonreía a menudo, algo distante, mirando hacia la calle, arreglándose la corbata a cada rato (era cierto). Tomó notoriedad el día que pidió un whisky. “Blenders” dijo, con pronunciación cuidada y Moreira lo miró como si le hubiese pedido un plato asiático. “Mirá que vale casi un palo, macho” le había advertido el mozo, cosa que al tipo pareció no inmutarlo. Y entre el sembradío de pocillos de café, vasos de agua, alguna taza de té o mate y servilletitas de papel arrugadas, el generoso vaso de whisky con hielo parecía un paquebote entrando a puerto rodeado de remolcadores diminutos y oscuros.
Otra cosa había sido lo del polo. Vaya a saber cómo salió la conversación sobre polo, quizás por una joda, quizás por alguna película, lo cierto es que el hombre, por primera vez se metió en serio, lideró la charla, habló de los Harriott, de los Dorignac, de handicaps y de poniers con una exactitud sobria y una información sólida. Y al final, cuando ya la charla había derivado inopinadamente hacia el automovilismo, la cagó con lo de “sobre cojines” que se encendió como una luz equívoca y sospechosa en los radares de todos.
—Yo no sé... —advirtió Ricardo, rascándose la espalda—...pero vos, Belmondo, cuidate.
—Sí —admitió Belmondo— porque que me rompan el orto a esta edad.
—O que le tengas que hacer los deberes al muchacho.
—Te digo que si viene mañana yo me corro.
—Sí. A ver si te agarra de la manito y te lleva para el ñoba. .
Pasó un tiempo y el parroquiano desconocido no aportó por “El Cairo”. El día en que apareció estaban el Pitufo, Belmondo y el Pochi, nada más, conversando. El hombre se desprendió el impecable saco— marrón oscuro del traje, dijo un “qué tal” y se sentó medio mirando para la puerta de Sarmiento y Santa Fe, girando un poco nerviosamente el cuello, como un pollo, estirando el mentón, para acomodarse el cuello de la camisa.
—El cinco era Ramacciotti —decía el Pitufo.— Eso— seguro.
—El cinco era Ramacciotti. No me acuerdo el tres —dijo Belmondo aún con la mano izquierda cerrada, el pulgar arriba y los ojos entornados.
—Ditro. El tres era Ditro —aseguró Pochi— que después fue a River.
— ¡Eso! Que después fue a River.
—Bueno. Entonces tenemos... —resumió el Pitufo—... Moreno, Valentino y Ditro. El cuatro ese que no nos acordamos, Ramacciotti y Malazzo...
—Canceco, Pando, Carceo, González y Sciarra —recitó de un tirón el Pochi.
—Pero... ¿Cómo mierda se llamaba ese cuatro, la puta madre que lo reparió?
—¿Será posible?
—Era un nombre corto. Un nombre corto como... Suárez, Blanco...
—No. Blanco era un cuatro que jugó en Racing. Buen jugador.
—Pero... —se ofuscó Belmondo—... un tipo muy junado... ¿Cómo carajo...?
—No me voy a acordar... No me voy a acordar... —dijo el Pitufo.
—Nos va a pasar como la otra vez con Della Savia.
—¿Te acordás? Yo no pude dormir en toda la noche.
—O con el negro Marchetta. Pasó una semana hasta que me crucé por la calle con Rafael, me agarró del brazo y me dijo, nada más, lo único que me dijo: “Marchetta”. “¡Marchetta, la puta que lo parió!” dije yo, y seguimos cada cual por su lado.
—Una noche, a la madrugada, me llamó el Pelado desde Barcelona para preguntanne quién era el ocho de aquella delantera de Ferro con el Cabezón Juárez, Acosta, Lugo y Garabal.
—Berón.
—Berón.
—Pero a mí, esto, ya me cagó la semana —se reubicó el Pochi.
—¡Pero si hasta me acuerdo de la pinta que tenía se enardeció Belmondo— uno bajito, narigón, feo...!
—¿Martín? ¿No era Martín? —No, Martín era de Chacarita.
—Bajito, narigón, feo...
—Sí, pero no era Martín. Martín era de Chacarita y después fue al equipo de José.
—Moreno, Valentino y Ditro... —repasó el Pitufo—... tatatá, Ramaciotti y Malazzo...
—¡Concha de la lora!
El hombre, que había seguido silenciosamente la conversación, con una actitud entre divertida y ausente, se acomodó en la mesa y dijo:
—Sainz.
—¡Sainz! —pegó con la palma de la mano el Pitufo sobre la mesa— Sainz la puta que lo repari6.
—Sainz, mirá vos lo tenía en la punta de la lengua. Claro... te decía que era un nombre corto.
—Sí, pero a mí me salía Suárez, Murúa, Aguirre, qué sé yo...
—No, Murúa era el de Racing. Marcador de punta, también. Grandote.
—Sainz —continuó el tipo, sin ufanarse demasiado por su aporte— después fue a River. Sainz, Cap y Varacka.
—Claro, claro. Exactamente. Que arriba jugaba Domingo Pérez, un uruguayo que era un pedo líquido.
—No.. —corrigió “Sobrecojines”—. Domingo Pérez es anterior, es de la época de Pepillo, el nueve ese español que trajo River.
— ¡Pepillo! ¿Te acordás? No me acordaba de Pepillo.
—Que la delantera llegó a formar... —recordó el hombre... Domingo Pérez...
—Moacyr —acotó Pochi.
—Moacyr Claudinho Pinto... —siguió el hombre—... Pepillo, Delem y Roberto. Todos extranjeros.
—Que también estaban Onega, el Nene Sarnari... —Ermindo, todavía no Daniel.
—Pando, Artime...
—No... —volvió a corregir el hombre— Pando y Artime llegan un poco después. La delantera que te digo era con la cuestión del fútbol espectáculo. También jugaba un negro de cinco, el negro Salvador, un negro lentón...
—Sí. La cosa había empezado con Boca, con Armando, cuando lo trajo a Feola...
—Al gordo Felola Feola —dijo el Pitufo— a Dino Sani, a Maurinho...
—Antes a Orlando —puntualizó “Sobrecojines”— Orlando Pecanha do Carvalho, que inauguró, un poco, la función de seis metido adentro acá en la Argentina.
—También vinieron Loayza, me acuerdo, el Pepe Sasía a Boca...

—Y bueno... —recordó el Pochi— Sasía vino de última acá, a Central, con el Gitano, Borgogno...
—Loayza también.
—Loayza también y me acuerdo...
—¡Ese partido contra el Real de Madrid! —se entusiasmó el hombre.— En cancha de Ñul.
—En cancha de Ñul, un amistoso, que los goles del Real los hicieron Pirri y Gento de tiro libre, sobre la hora.
—Yo estaba detrás del arco donde hizo el gol Gento —recordó “Sobrecojines”— ...y no sé si te acordás que al principio entró Puskas...
—¡Puskas!
Así siguieron casi una hora, hasta que el hombre, de pronto, consultó su reloj, se sobresaltó, se puso de pie, tomó el sobretodo que había dejado prolijamente doblado sobre la silla vecina y, antes de irse, regaló el último aporte. —Y el diez, el diez del Lobo de La Plata, era Diego Bayo.
—Diego Bayo, claro. Diego Bayo y Gómez Sánchez, el negro Gómez Sánchez que había venido a River con Joya...
Al día siguiente, cuando llegó el Colifa, Belmondo estaba hablando con el Zorro y también estaban el Pitufo, Pochi, Oscar, el otro Oscar, el Negro y el Chelo.
—¿No vino “Sobrecojines”? —preguntó el Colifa. Alguien contestó que no.
—¿Quién es “Sobrecojines”? —dijo el Chelo.
—Rodolfo. Rodolfo creo que se llama. No, no vino.
—Buen tipo ése —dijo el Pochi.
—Buen tipo.

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lunes, 30 de enero de 2012

A 40 años del 'Bloody Sunday'

Hace exactamente 40 años, un frío domingo en Derry, Irlanda del Norte, el ejército británico abría fuego contra una manifestación pacífica y mataba a 14 personas, dejando a varios más heridos.

Los dejo con este gran homenaje de U2. Que nunca más vuelvan a ocurrir estas cosas.



Si quiere saber más de los hechos de ese fatídico día, y del contexto que rodeó esta fecha, vaya a al siguiente link: http://es.wikipedia.org/wiki/Domingo_Sangriento_(1972) Viva wikipedia!

domingo, 29 de enero de 2012

Reforma electoral: Un cambio más profundo

--Gran columna de José Luis Widow, a través de VivaChile.org--



Hace pocos días Carlos Larraín e Ignacio Walker, presidentes de Renovación Nacional y de la Democracia Cristiana respectivamente, han presentado un documento que delinea algunos aspectos que debiera recoger una reforma al sistema electoral.

Hay algunos puntos de su sugerencia que creo son interesantes, pero otros, me parece, podrían condenar a Chile a seguir empantanado en los mismos problemas que arrastra desde hace varios años: indiferencia respecto del bien común, baja participación política, descrédito generalizado del sistema y de los actores políticos.

El documento que presentaron es una respuesta a una inquietud generalizada, principalmente entre los políticos, que han visto cómo, día tras día, tanto la adhesión o cercanía a sus partidos como su propia popularidad caen a niveles paupérrimos. Entre ellos existe el deseo de que esta situación se revierta y que, al menos según el discurso expreso, la población vuelva a interesarse en los problemas comunes y que, consecuentemente, participe en las decisiones políticas. Para lograr este objetivo se propone cambiar el sistema binominal existente por otro proporcional, corregido o no.

A mi me parece que la indiferencia respecto del bien común tiene dos grandes causas. Una que tiene que ver –¡otra vez!– con la educación, pues se trata de la formación de la subjetividad mediante las virtudes, y otra no con el sistema electoral, sino con la oligarquía para la cual éste existe.

La primera causa tiene que ver, decíamos, con la subjetividad, con el interior de las personas. El problema está en que el interés de muchos hoy en día apenas si sale del reducido claustro de la propia individualidad, y si lo hace, llega hasta muy poco más allá. Desde luego no pareciera alcanzar para gastar tiempo, esfuerzos y recursos en asuntos que parecieran tocar, si es que lo hacen, muy indirectamente el mundo privado, como es el caso de tantos que tienen que ver con el bien común político. No es raro que esto suceda, pues es lo que la sociedad viene enseñando hace tiempo mediante sus ejemplos, sus prédicas y sus omisiones. La crisis radical en que está la familia, sea porque no existe de ninguna manera (la mayoría de los niños no nace dentro de ella, porque no es verdad la majadería de que hay muchas formas de familia), sea porque en ella los padres han renunciado por egoísmo –por estar demasiado preocupados de sus propias vidas– a educar a sus hijos, sea simplemente porque no saben hacerlo producto de sus propias debilidades y carencias, no permite a los jóvenes aprender que la felicidad está en servir a otros y no en servirse de otros, que una buena vida está en la donación amistosa y no en la demanda exigente de beneficios y comodidades. Tampoco los jóvenes aprenden que la vida no es Jauja si es que en los colegios, liceos y escuelas aprenden que no están sujetos a autoridad, que pueden hacer casi todo lo que les place, que en muchas materias morales no hay exigencia ninguna. ¿Por qué pedirles después que se interesen por el bien público? Suena casi ridículo, o peor, estúpido. Los jóvenes tampoco aprenden que ciertas virtudes deben adquirirse con el esfuerzo perseverante si los intelectuales les están predicando permanentemente que la moral es un asunto privado y que lo que se les exige es que cumplan la ley. ¿Es que acaso el orden social exterior es separable del interior? ¿Es que el orden público y el privado son compartimentos estancos que ninguna comunicación tienen entre sí? ¿Es que hay buenos ciudadanos que a la par sean malas personas? Por otro lado, ¿qué se está enseñando con el ejemplo? Ni hablar de los ejemplos provenientes de la “farándula”. Toc-toc y suena vacío, con lo tremenda que es una vida vacía. ¿Y los ejemplos predominantes en el mundo del trabajo donde pareciera que el éxito y el forrarse de dinero son los únicos criterios para juzgar el esfuerzo? Si socialmente se enseña a los jóvenes que lo que importa es la pinta, la profesión –sólo algunas son dignas, por cierto–, el éxito económico, el ingreso a las redes de los poderosos, ¿por qué esperar luego que se interesen en problemas que nunca les enseñaron que también eran de ellos?

Mientras no se corrija la educación de manera que se vuelvan a enseñar las virtudes fundamentales que sacan a las personas de su ensimismamiento individualista no habrá reforma al sistema político y electoral que pueda lograr algún resultado.

La segunda causa de la indiferencia respecto del bien común y de la baja participación política me parece que está en que el sistema político y, con él, el electoral, sin importar si es binominal o proporcional, está hecho para mantener un cierto statu quo que es el de la oligarquía de los partidos políticos. El régimen democrático moderno –post revolución francesa– por causas históricas bien definidas pero que no podemos reseñar acá, definió como nefasta toda participación política que proviniera de grupos sociales distintos del Estado. La razón fue que se identificó Estado, sociedad y bien común. El Estado por un lado y los individuos por el otro son los dos elementos fundamentales de la sociedad democrática moderna. Los partidos políticos, en este contexto, tienen por objetivo hacerse del Estado y por medio, reunir individuos con los que se logre el objetivo. El problema está en que de esta manera el sistema político se funda directamente en el desconocimiento de todos los lazos naturales que unen a las personas en otras sociedades antes de su pertenencia al Estado. El sistema político se funda en la subsunción de la sociedad en el Estado. El sistema electoral actual es reflejo de esto. Son los individuos en cuanto tales los que eligen sus gobernantes. Está definido que elegirán mal si los anima un bien que es diverso del de ese Estado-sociedad-bien común. De allí que alguien cuya participación política proviene de la sociedad de familias que constituye el barrio –aldea diría Aristóteles–, o de la asociación de barrios que constituye la ciudad, o del gremio profesional, etc. será por definición un cáncer que hay que extirpar. Los únicos voceros, intérpretes y difusores del real interés del Estado serán los partidos políticos. El sistema electoral se confecciona para eso: para que sean los partidos los que monopólicamente dispongan de quiénes serán los que ocuparán los cargos del Estado.

Así las cosas, lo que ocurre con nuestro sistema electoral y político es que corre por un canal paralelo, distante, ajeno al de la vida real de las personas. ¿Qué interés puede haber entonces en participar? Lo que hay que quebrar con una reforma al sistema electoral es el monopolio de los partidos, descentralizando el poder y devolviéndolo a los diversos grupos que conforman la sociedad real para que desde ellos actúen las personas. Esto tiene más posibilidades de devolver la política a sus fueros.

Me parece que un buen punto de partida es que cualquier reforma electoral parta incluyendo la vida política propia de los barrios. Por supuesto, esto supone no sólo una reforma a la ley electoral, sino que también debiera incluir, si se quiere que sea una reforma real, la ley de presupuesto, pues no hay verdadera descentralización de nada si es que los recursos los sigue administrando un Estado omnipresente y todopoderoso –como es el moderno– que puede dejar sin comer a quien no se pliegue sumiso a sus propios deseos. La vida política de los barrios que no es sólo la electoral sino también la que tiene que ver con las decisiones relativas a la vida en común de las familias –entre elecciones–, debe estar conectada legalmente con la de la ciudad, para que así su gobierno no recaiga sobre individuos abstractos, sino sobre ciudadanos reales cuya verdadera vida no existe sin los lazos sociales que tejen naturalmente.

De esta manera la vida política para el ciudadano de a pie dejará de ser exclusivamente la participación de tarde en tarde en una votación en la que, la mayoría de las veces, estará condenado a elegir a alguien que no es de su gusto –es lo menos malo– y que no lo representa a él, sino al partido. La vida política será cotidiana, su suerte quedará ligada a la de la vida también cotidiana de las personas reales.

Creo que si no es así, desde luego la reforma electoral no causará las maravillas que se esperan de ella y, además, después de unos años lo único que producirá será nostalgia des pasado sistema.

martes, 17 de enero de 2012

El niño que quitó la sed a medio millón de africanos

Gracias a Dios es posible encontrar ejemplos de vida que sorprenden día a día; personas que con una mirada trascendente se olvidan por un minuto de sí mismos y hacen lo posible por ayudar a alguien que lo necesite. Oportunidades para que todos lo hagamos, sobran, veces en que esto se concreta... Por esta razón, en el día de hoy quisiera compartir la historia de un niño -hoy joven de 18 años- que conmovido por el sufrimiento de un pueblo, quiso hacer lo que tuviera a mano para poder ayudarlos. Sin más preámbulo los dejo con la historia de Ryan Hreljac, el niño que quitó la sed a medio millón de africanos -y lo sigue haciendo-.

-Vía Luis Castellanos (reflexionesdiarias.wordpress.com -@lrcastellanos)


Ryan nació en Canadá en mayo del 91, es decir que a día de hoy tiene 18 años De pequeño, en la escuela, cuando tenía tan solo seis añitos su maestra les habló de cómo vivían los niños en África.

Se conmovió profundamente al saber que algunos hasta mueren de sed, que no hay pozos de dónde sacar agua, pensar que a él le bastaba dar unos pasos para que el agua saliera del grifo durante horas…

Ryan preguntó cuánto costaría llevarles agua. La maestra lo pensó un poco y recordó una organización llamada WaterCan dedicada al tema y le dijo que un pequeño pozo podía costar unos 70 dólares.

Cuando llegó a su casa fue directo a su madre Susan y le dijo que necesitaba 70 dólares para comprar un pozo para los niños africanos. Su madre le dijo que debía ganárselos él mismo y le fue poniendo tareas en casa con las que Ryan se ganaba algunos dólares a la semana. Finalmente reunió los 70 dólares y pidió a su madre que lo acompañara a la sede de WaterCan para comprar su pozo para los niños de África. Cuando lo atendieron le dijeron que lo que costaba realmente la perforación de un pozo eran 2000 dólares. Susan le dejó claro que ella no podía darle 2000 dólares por más que limpiara cristales para toda la vida, pero Ryan no se rindió. Le prometió a aquel hombre que volvería… y lo hizo.

Contagiados por su entusiasmo, todos se pusieron a trabajar : sus hermanos, vecinos y amigos. Entre todo el vecindario lograron reunir 2000 dólares trabajando y haciendo mandados y Ryan volvió triunfal a WaterCan para pedir su pozo.

En enero del 99 se perforó un pozo en un pueblo al norte de Uganda. A partir de ahí empieza la leyenda. Ryan no ha parado de recaudar fondos y viajar por medio globo buscando apoyos.

Cuando el pozo de Angola estuvo hecho, el colegio comenzó un carteo con niños del colegio que estaba al lado del pozo, en África.

Así Ryan conoció a Akana; un chico que había escapado de las garras de los ejércitos de niños y que luchaba por estudiar cada día. Ryan se sintió cautivado por su nuevo amigo y pidió a sus padres ir a verle. Con un gran esfuerzo económico por su parte, los padres pagaron un viaje a Uganda y Ryan en el 2000 llegó al pueblo donde se había perforado su pozo. Cientos de niños de los alrededores coreaban su nombre formando un pasillo.
- ¿Saben mi nombre? -preguntó Ryan a su guía
- Todo el mundo a 100 kilómetros a la redonda lo sabe, le respondió.


A día de hoy Ryan –con 18 años- tiene su propia fundación y lleva logrados más de 400 pozos en África. Se encarga también de proporcionar educación y de enseñar a los nativos a cuidar de los pozos y del agua. Recoge donaciones de todo el mundo y estudia para ser ingeniero hidráulico. Ryan se ha empeñado en acabar con la sed en África.

domingo, 1 de enero de 2012

Simplemente Fútbol

Simplemente Fútbol es un programa de ESPN conducido por Quique Wolff, pero lejos lo mejor que tiene son sus canciones de apertura con unos cortos de videos impresionantes. Los dejo con esto y disfruten, es simplemente... fútbol.

La Mosca:



Memphis La Blusera (2008):



Ignacio Copani: