sábado, 1 de octubre de 2011

La Paradoja del Sembrador

La Paradoja del Sembrador

El mundo del fútbol puede separarse claramente entre formadores y compradores; los equipos sudamericanos son quizás el mejor ejemplo de los primeros, siendo los europeos, en su mayoría, de estos últimos. El poder económico de los clubes europeos hace imposible la competencia a los equipos latinos, que ven, cada vez más temprano, cómo lo que sembraron con tanto cuidado parte hacia otro lado, teniendo que contentarse con el cheque que le dejan a cambio –aunque muchas veces ni siquiera con esto.

La FIFA, viendo lo injusto de la situación de que el grande percibiera casi todos los frutos de un jugador que fue “cosechado” desde mucho antes por otro club más pequeño, decidió crear las instituciones del Derecho de Formación y la Contribución de Solidaridad, mecanismos de indemnización para los clubes formadores abriéndoles una nueva fuente de ingresos.

Sin embargo, por distintas vías, los clubes europeos siguen estrujando los semilleros, latinos principalmente, secando la tierra natural de aquellos talentos, llevándose lo bueno –muchas veces se llevan cualquier cosa, el filtro tampoco es tan fino- y dejando un fútbol que aumenta en su mediocridad, cada fin de semana de peor nivel. Los ídolos deleitan a su afición por cada vez menos tiempo (empeora la calidad de los ídolos, pues la idolatría es muy inmadura) o vuelven a terminar sus carreras lejos del nivel que los enalteció. Los jugadores se van cada vez más jóvenes: los europeos no quieren perder el quién-vive y luchan por obtener a la próxima joya.

Así es el mercado, me dirán; bueno, ¡no me gusta este mercado! Este sistema que tiene a casi todos los clubes quebrados, que año a año provoca una mayor polarización (en España están a punto de crear otro campeonato sin el Madrid ni el Barça), que desequilibra cada vez más la competencia, aburriéndola, pues son muy pocos los que pelean los campeonatos.

El problema es que se ha creado un círculo vicioso, he ahí la paradoja, ya que los clubes formadores necesitan vender para poder subsistir: los sembradores no quieren/pueden disfrutar de los frutos de su cosecha pues se han convertido en exportadores; se despotencian perdiendo las figuras que los llevarían a la gloria, que atraería a las masas, que brindarían el espectáculo. Pero quién los puede culpar, los futbolistas tampoco quieren cumplir esa función, por lo menos no en el club que los formó, prefieren migrar por contratos tres o diez veces más grandes –y repito, quién los puede culpar.

Quizás la única solución sea que los capitales fuertes, los petrodólares, los millonarios que buscan nuevo hobby se vengan a Sud y Centroamérica, a África o a otros países de Europa (el Anzhi es un ejemplo) abriendo la cartelera, haciendo al actual fútbol menos previsible (siendo la imprevisibilidad su esencia), más competitivo. Que se vengan los jeques árabes, que se vengan los rusos, que les conviene (convenzámoslos), porque el mejor fútbol –pese a todo- siempre saldrá de los sembradíos sudamericanos.

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